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Las viviendas
Las viviendas “criollas” con forma de H o compactas y los “petits chateaux” pintoresquistas en los inicios del XX, ya no se construían con tanta frecuencia y si existían se las ampliaba, reformaba o modernizaba.
Se han perdido muchos ejemplos de gran valor, aunque aún representan con dignidad a la fundación, algunas casas “italianizantes” de fachada sobre línea municipal como las que se localizan en calle 60 entre 55 y 57 y donde aún se destacan la casona de la familia Bernard y el Colegio de Magistrados; la de Pérez Calvo en calle 56 e 57 y 55 ( intervenida su fachada en los últimos años); la de la actual familia de De Francisco–Titto y las de la cuadra donde la familia de Dámaso Zabala compuso desde la vivienda de 1914 que construyó el Arq. Gregorio Salamandekov, un conjunto homogéneo que aún mantiene su ornamentación con los rasgos geométricos del art decó, culminando en la actual farmacia “Social Centro” de Av. 59 y 54.
El estilo italianizante marcó la ciudad y aún se conservan en su traza original áreas con el tejido intacto en cuanto a su morfogénesis. Entre ellas no podemos dejar de mencionar el magnífico ejemplo italianizante que construyó el Sr Cottini para la Flia. Balsategui en la esquina de 62 y 57.
De los “petits chateaux” de la clase alta, que llegó para veranear cuando la ciudad recién se fundaba, podemos nombrar “La Atalaya” de N. Martínez Pieres, mirando al río sobre Jesuita Cardiel, la cual aunque intervenida aún conserva cierto aire aristocrático que la hizo famosa ya en el anuario de 1914, y algunas villas de Quequén.
En Necochea, debemos mencionar en el patrimonio perdido una de las últimas villas que cayó bajo la piqueta del “progreso”: la casona “La Juanita” de la familia Bossio, que fue demolida en 1996 con tal premura, que nada pudo hacerse para evitarlo.
Actualmente, en esa esquina, una estación de servicio beneficia la comodidad del automóvil, en desmedro del paisaje urbano que visualiza el ciudadano caminante. Esta demolición del último chalet pintoresquista de la Necochea del siglo XIX, marcó un hito en la opinión de una comunidad que poco le interesaba o tenía conciencia sobre la importancia del mantenimiento del patrimonio. Actualmente la sociedad local se expresa duramente ante las intervenciones por el diario local, por las radios y fundamentalmente por las redes sociales de Internet.
Esta demolición, sumada a las de los hoteles ya mencionados, la de los galpones ladrilleros del puerto, la de la Rambla de la Villa Díaz Vélez (1914–1936), la de las Casonas que cayeron bajo la piqueta del modernismo, la del Palacio Municipal de Av. 58 y calle 61, y la de la Confitería Armonía (frente a Dones, en 59 y 62), nos plantean interrogantes sobre el pensamiento existencial de una comunidad que se ve reflejado en un anuario editado en 1936, en cuya tapa se lee ”Destruir para crear”
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